Magda, una maestra en paro, tras ser diagnosticada de cáncer de mama, reacciona sacando toda la vida que lleva dentro, desde lo imaginable a lo inimaginable. Su lucha valiente y optimista hará posible que ella y su entorno más íntimo vivan insospechadas escenas de humor y delicada felicidad.




El sentimiento de Magda

La esencia de ma ma es el sentimiento con el que Magda se enfrenta a la tragedia de su vida, que le aparece, se le pone de frente en dos momentos; tras superar el primero, llega el segundo. Uno le avisa que está al borde de la muerte, el otro no tiene escapatoria. Son dos cánceres; el de su mama derecha es curable, el de la izquierda incurable.

ma ma contiene así dos partes bien diferenciadas. La primera “ma” es una historia de superación, en su tragedia los cangrejos que asoman por la arena vienen trayendo mucho miedo pero finalmente regresan al mar. La segunda “ma” es una tragedia incontestable, los cangrejos no se detienen, aunque Natasha con sus blancas manos de niña los coja y los tire con fuerza al mar. No es así la realidad, pero importa el gesto, la vida prometida que es Natasha, lo que Magda va a dejar a los demás después de que se la lleven los cangrejos.

Cada una de las partes de ma ma tiene su propia estructura interna dotada de introducción, desarrollo, clímax y desenlace, pero entre las dos partes hay establecida una relación de simetría. Ambas comienzan con la noticia negra, trágica, que es el diagnóstico del cáncer hecho por el ginecólogo, Julián. Durante el desarrollo y desenlace de ambas partes los personajes que rodean a Magda pierden y ganan, más bien, empiezan perdiendo mucho y terminan ganando, ¿cuánto?... Aquí no es tan importante la cantidad de lo que se gana como la calidad, eso es precisamente lo que deja esta historia, la herencia de Magda, su emocionado tesoro que contiene una vida nueva que sale in extremis de la suya. Dar a luz y morir.

La historia de ma ma ocurre durante un largo año con dos veranos, del 2012 al 2013. Magda no ha cumplido los cuarenta y es maestra, pero el día uno de la historia, a finales de junio, cuando acude a su ginecólogo porque se ha notado un bulto en el pecho ya sabe que el próximo curso va a estar en paro, se lo dijeron hace tres meses. Esa tarde, en la peluquería, su marido, el padre de su hijo Dani, la deja por WhatsApp. Y más tarde su ginecólogo le diagnostica dos carcinomas en la mama derecha, mientras su hijo está jugando su último partido de la temporada; es buenísimo metiendo goles.

A partir de este día uno la vida de Magda sufre una fuerte sacudida que altera su entorno. Mantiene en el centro a su hijo, pero por los lados aparecen dos hombres al mismo tiempo, en este dichoso día uno, es decir, son dos desconocidos; Julián el ginecólogo y Arturo, que viene con un abismal sufrimiento. El primero es quien descubre la enfermedad, quien la trata con química, quien le canta frases de sus canciones favoritas, quien se lleva su mama derecha, quien la cura y la deja veraneando en un pueblo de la costa mediterránea con una peluca y un nuevo hombre, para ella y para su hijo.

Arturo es un ojeador del Real Madrid que al ver jugar a Dani le dice a su madre que tiene un gran futuro. Tras esta esperanzadora declaración ella asiste al peor momento de la vida de Arturo, cuando éste se entera de que su hija ha muerto atropellada y su mujer está en coma. Magda se dedica a consolar a Arturo; ayudar a alguien que está peor, que ha perdido mucho más, hace que ella pueda llevar mejor sus semanas de terapia solitaria. La mujer de Arturo muere y tras la operación de Magda, con toda naturalidad ambos se unen, mejor dicho, siguen unidos por la tragedia compartida, y ya no se separan más.

Ya desde el inesperado trance vital de la primera “ma”, a Magda le crece la personalidad, se le afina su vitalidad y su sentido del humor llegando por momentos a estados de delicada felicidad, que adquieren toda su dimensión cuando los comparte. En este triángulo de intimidad en el que Magda ocupa el vértice alto, tiene en el medio al niño y a los lados a Arturo y Julián, aparece en la segunda “ma” una criatura que está creciendo en sus entrañas; Natasha, así la quiere llamar su madre, como la niña siberiana que finalmente no la trajo en adopción Julián, su ginecólogo. Magda atrae para sí a esta posibilidad de vida, desde su propia Siberia, desde su frío miedo a morir, desde aquel azul helado en el que sopla la ventisca hasta el rojo caliente de su útero. Así la madre enferma, al quedar embarazada de su Natasha, consigue desafiar a su destino; sólo le quedan seis meses de vida. Vida contra muerte, metiendo una en la otra. Magda no cree en la trascendencia del alma, ni en un Dios creador, sino en la vida de aquí, que es lo único que sabemos que tenemos, y con voz de maestra le dice a su hijo Dani que lo que debemos hacer en vida es ser todo lo felices que podamos, primero nosotros, y luego animando a los que nos rodean. Este sencillo consejo forma parte del espíritu vitalista de ma ma.

Fuera de esta intimidad de Magda y a sus espaldas queda el resto del mundo, del que sólo asoma por pequeñas rendijas la paradójica situación de España en el verano de 2012; en el peor año de la crisis económica, cuando al gobierno le presionan desde el exterior para que pida el rescate financiero, la selección española de fútbol se convierte de forma brillante en la campeona de Europa, dejando ya claro que es la mejor del mundo. Conviven en los informativos la excelencia española en un deporte con las cotas más bajas de autoestima nacional debida a los efectos devastadores de la crisis, como el paro o los recortes en sanidad, de los que Magda es víctima. Su enfermedad, sin ella enterarse, se vuelve metáfora de la española, y su espíritu vitalista en una buena receta para la superación emocional.

En el segundo verano, el del 2013, Julián se sube al escenario de un chiringuito del paseo marítimo y le dedica la canción Vivir, de Nino Bravo; “Va por ti Magda, por tu preciosa locura, por todo lo que nos has dado y por todo lo que nos vas a dejar”. Pues sí, es esta locura de Magda la que le ha llevado a buscar una hermana para su hijo, y una hija para el padre que perdió a la suya al comienzo de la historia. Magda está convencida de que Arturo será un buen padre para Dani y Natasha. “Tus hijos son mis hijos”, le dice él. “Y tú eres mi único Dios”, le responde ella.

Quedan así reunidos los cuatro, en forma casi familiar, y será fácil imaginarlos yendo a veranear al mismo pueblo de la costa mediterránea. ¿Cuántas veces Natasha, Dani, Arturo y Julián cantarán “llorar, luchar, reír… caminar siempre adelante aunque tengas que sufrir, eso es vivir, vivir, vivir…”, invocando el espíritu de Magda?


¡Pe!
En otoño de 2006 visité el Museo de Arte de Düsseldorf, del que me traje en la memoria una desasosegante escultura: Brozen frau nº 6 de Thomas Shütte. La imagen de aquella mujer de bronce que se arrastraba de dolor mientras por dentro parecía invadida por una masa de muerte y otra de vida, está en el origen de ma ma. Así, se puede decir que su primera célula es de bronce. Sólo vi la escultura una vez, no he vuelto a verla más, ni siquiera fotografiada en internet. Nada más regresar a España, a aquella criatura sufriente con forma de loba la llamé Magda, y en torno a ella empecé a escribir un guión en el que al mismo tiempo existía en sus entrañas un maligno que la destrozaba desde su pecho de mujer, el cáncer, y una hija que iba creciendo dentro de su útero.

Pero aquella primera escritura del guión apenas vio la luz ya que entró al cajón ese mismo año 2006, y a esa sombra se quedó durante siete años, hasta que en otoño de 2013 lo saqué para dárselo en mano a Pe, que enseguida tomó la decisión tajante de protagonizar ma ma, de ser Magda, de dar auténtica vida a aquella mujer de bronce, entregándola su alma, su piel… Y puso arte sobre arte.

Desde el anuncio de la aparición de Pe, se excitó mi escritura, se reactivó la inspiración y el personaje de Magda creció, mejoró, primero desde mí, ya que le otorgué la frescura, la raza, la vitalidad, el humor… en suma, la especialísima personalidad que yo imaginaba que tenía Penélope Cruz, actriz a la que he admirado desde sus comienzos y a la que había llamado en tres ocasiones anteriores; siempre entendí que no pudiera ser. Luego fue ella misma la que aportó al guión ideas precisas, consejos tan claros como sólidos, terrenales, que elevaron la comprensión y expresividad del personaje, y por extensión de la historia que le pertenece. ma ma no sólo es Magda, es de Magda, es suya.

En la primavera de 2014 se puso en marcha la máquina del cine de ma ma. Se formó el equipo que iba a construirla conmigo. Sabíamos que era una película sencilla de producción, con pocos elementos dentro de la puesta en escena, una protagonista sobre la que gira la historia, dos hombres y un niño, pero dramática y emocionalmente era tan intensa como delicada, y necesitaba ser descubierta, encontrar el lugar desde dónde contarla, ese invisible punto de vista colocado en algún lugar del aire donde poner el ojo, primero el mío, y una vez visto lo que se podrá ver, mostrarlo a mis compañeros de aventura, a mis grandes apoyos, a los cuatro pilares de ma ma. El primero y más importante de los pilares es la interpretación de Penélope Cruz, a la que acompañarían Luis Tosar y Asier Etxeandia, más el niño Teo Planell; el segundo la luz que pondría Kiko de la Rica; el tercero la dirección de arte de Montse Sanz, de la que también forman parte el vestuario de Carlos Díez, el maquillaje de Ana Lozano y la peluquería de Massimo Gattabrusi; el cuarto la música que sería compuesta por Alberto Iglesias. Así, con este reparto, foto, arte y música inicié la búsqueda de la película definitiva, la mejor posible en mi imaginación antes de conocerla, la soñada, la que perdurará… Hacer cine consiste en buscar y medir.

Entre las intenciones que me propuse desde el punto de partida estaba la de no subrayar la tragedia, no hundirme en las sombras, no cebarme en el sufrimiento, ni en el oscuro ni en el claro, el del sentimentalismo lacrimógeno. Los personajes deberían contener sus lágrimas; muchas veces a los actores les resultaba casi imposible no romper a llorar, igual que al resto del equipo que estábamos alrededor de ellos, pero esos planos no forman parte de la película, sino de nuestra vivencia. Sólo en contadísimas ocasiones lloran Magda y Arturo, porque no podían no llorar, y Julián no llega a hacerlo pero vemos su inmenso esfuerzo de contención.

La propuesta era buscar la luz por donde más naturalmente pudiera entrar sin que apenas molestara, que no se notara, abrir un agujero en el techo cuando la historia se pone dura y sólo queremos bajar la cabeza. Pero ¿cuánta luz?... La mínima imprescindible para que se vea bien la vida que hay dentro, y que además resulte suave, a veces hasta dulce. También se ha buscado la armonía, y la belleza. Y por supuesto cuando la realidad se pone muy cruel y no se puede mirar a otro sitio, la mirada es totalmente frontal, y sin atenuantes.

Esta búsqueda de la medida ha sido una tarea especialmente peliaguda en una historia como ma ma, que tiene unos cuantos riesgos, bien asumidos desde el principio, pero no fáciles de resolver, incluso peligrosos. Uno de ellos es el binomio negro de cáncer de mama y muerte, que ha estado y está en la experiencia de tantas mujeres y sus entornos cercanos… impone el máximo respeto. En ma ma se opta por plantear que si la muerte espera desde un horizonte cercano, la vida que queda en medio se potencia, se enaltece, aunque también se entristece, se deprime, se hunde… y entonces hay que reapreciarla, y hasta sobrevalorarla, ¿por qué no cantar a la vida mientras dura si estamos hablando de que la muerte la va a apagar?

Otro riesgo es que los personajes, todos menos el marido de Magda, son “buenas personas”. Pues bien, no hay malos porque ya existe el maligno, el cáncer, el gran antagonista de todos y para cada uno de ellos, contra el que luchar sacando, precisamente, lo mejor que llevan dentro. Y así, como catarsis a la tragedia generada por un mal que ninguno merece, no hay relación de culpa, surge el amor entre los cuatro personajes, y hacia el quinto que crece en el útero de Magda. Desde todos los puntos de vista que se la mire ma ma es una historia de amor, extensa y muy completa.

Es evidente que hay muchas formas de plantear un tema tan sensible como el del cáncer de mama, tantas como podamos imaginar, y aún más, pues bien, ma ma expone una, la suya. Y ahora, con la película terminada y a punto de estrenar, veo con satisfacción que hemos dado con su medida. Puedo decir con orgullo que la fotografía del maestro Kiko de la Rica otorga a ma ma esa categoría de película luminosa. Una luz delicada y frágil mira más al sentimiento vitalista de Magda que a su tragedia, a la felicidad perseguida que a la desgracia. En este rango de atmósfera están los decorados de Montse Sanz (que conoce a Magda desde que era una estatua de bronce); sus espacios claros y sin densidades, como la consulta del ginecólogo Julián o la casa sin recuerdos que comparten la nueva familia de Magda, parecen construidos en el último piso de la vida, en la antesala de lo oscuro. Y si la luz y los espacios huyen de la tragedia, la música mínima de Alberto Iglesias, especialmente compuesta para piano e interpretada por él mismo, empieza, casi en cada tema, rozando la tristeza, sabiéndola mirar con respeto, y con amor, pero las notas siguientes la animan, la levantan, y hasta la ponen contenta, hay vallsetos que hacen sonreír. Este es el cuidado especial, personalísimo, de las manos del artista Alberto con el sufrimiento de Magda, está con ella, no la deja sola, ni siquiera cuando la vuelca hacia atrás su frío miedo a morir.

Me he dejado para el final el pilar número uno de ma ma, el trabajo de interpretación. De Luis Tosar, que siempre me ha encantado en otras películas, tras tenerle delante y dirigirle me he quedado maravillado de su sobriedad extrema. Nunca he conocido a un actor que con tan poco, consiga tanto. Da la sensación de que guarda su secreto en el fondo de sus ojos; parece poseer una línea de fuerza que viene de lo más profundo y al salir llega lejos con suma facilidad. Muy diferente, casi opuesto es Asier Etxeandia, que tiene muchos registros, colores, en su extroversión. Vi a Asier un año antes del rodaje en el teatro en su maravilloso El intérprete, y pensé enseguida en la idea (otro riesgo asumido) de que fuera el ginecólogo de Magda, y de vez en cuando cantara para ella. Que diera así un sentido también literal al “canto a la vida” que es la película. Como actor Asier es intenso, inquieto, generoso. Y elegantísimo.

Y ahora regreso a Pe, que está en el centro absoluto y esencial de la medida. Ella es definitivamente la que da sentido a todo y a todos, desde la mujer de bronce de Thomas Shütte, a sus compañeros de reparto, a Kiko, a Montse, a Alberto, a mi trabajo y al del resto. La transformación desde la inspiración de un recuerdo a la materia viva en imágenes de ma ma, ha sido la experiencia más asombrosa que me ha ocurrido en mis veinticuatro años de vida como director.

La interpretación de Penélope está a tal altura que ni siquiera podía concebirla cuando reactivé mi escritura para ella, cuando soñé la mejor búsqueda y el mejor descubrimiento… Al rodarla cada día, porque está en todas las secuencias, no podía creerme lo que veían mis ojos, estaba pasmado ante el espectáculo de su talento. Su creatividad, su intuición, su facilidad, convicción.., ocurren en ella con absoluta naturalidad. Si antes decía que ma ma no sólo es Magda, es de Magda, ahora sólo me queda decir que ma ma no sólo es Pe, es de Pe, está hecha de ella, de su materia. Así, su canto a la vida es también un canto a la belleza. La interpretación de Pe es en sí misma una obra de arte de incalculable valor.

¡Gracias mi querida Pe, en nombre de todos los que hemos estado contigo!

Julio Medem, septiembre 2015
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